Rasca (adj.) En Chile, dícese de algo ordinario, de mala calidad, barato.
¿Tengo que explicar qué deleznable producto es el reggaetón? La bulla de fondo del cambio de luz en el semáforo; el muzak del Transantiago; una exótica variedad de guaracha-tecno; el pretexto para que ballenas con el pantalón a mitad de culo froten su michelín, efecto residual de tanta sopaipilla con mostaza comprada en el carrito de la tía, contra cualquiera que con los grados de alcohol suficientes en el cuerpo, tenga a bien restregarse contra ese montón de sebo y carne que anhela "que se lo den bien duro".
El rasquetón es el ritmo de moda que atraviesa estratos sociales con su monótona cadencia de ritmo primitivo, paradojalmente radiado en equipos modernísimos de alta fidelidad. El flaite lo oye en sus teléfonos celulares, sin audífonos, en la micro; los pingüinos sacuden a su compás sus livianas cabecitas; incluso, infantes con el pañal a medio sacar lo bailan en el acto cultural del colegio, ante la mirada arrobada y complaciente de sus abuelas-madres (como acertadamente las describiera Proactiva, en un comentario anterior). ¿Cómo es que llegamos a esto?
La música es una de las expresiones culturales más elementales de la humanidad. A ella asociamos pedazos enteros de nuestra existencia, por cuanto presta sentido y expresión a un amplísimo abanico de emociones que, con su prodigiosa magia, nos permite llevarlas en lo más profundo de nuestro ser o compartirlas con aquellos a quienes nos vinculamos. Podemos comprender el espíritu de cada época a partir de la música que en ella se ha compuesto, cantado y bailado. Así, la contradictoria década de los años 60 se manifiesta a cabalidad con la alegría inocentona de la "Nueva Ola" y el compromiso revolucionario de la "Nueva Canción Chilena"; el hedonismo cínico de la "Onda Disco" coexiste con la grandilocuencia épica del "Rock Sinfónico"; el fundamentalismo anárquico del "Punk" con la sofisticada desaprensión del "New Wave" en los represivos y cocaínicos años 70.
Los años 80, por su parte, se inauguran en Chile con la eclosión del llamado "Canto Nuevo", que pretendía denunciar la miseria del régimen militar a punta de metáforas abtrusas, diseñadas para sortear con éxito las escuálidas entendederas del censor de turno. El "Rock Argentino", la "Nueva Trova Cubana", el "Rellene-usted-con-lo-que-se-le-ocurra Metal" y el "Pop" de multiforme liviandad, fueron la música de fondo de la adolescencia y juventud de quienes hoy descubrimos, al mirar nuestros rostros en Facebook, que el ácido del tiempo todo lo corroe, a menos que la lipo y el lifting se opongan heroicamente. La música de los 90, son el abigarrado estertor de un siglo moribundo, que exhaló un resumen de sí a través del "Grunge", el "Dance-House-Techno-Hipno-Trip-Acid-Hop", el "Todo-lo-que-no-cupo-en-la-década-anterior Metal", el "Neo un-montón-de música-inclasificable" y el Axé.
Pero llegó el nuevo siglo y el "Latin Power, mi helmano" desde Miami y Centroamérica, perpetró ese atentado al espíritu que, cual rebalse de pozo séptico, inundó el resto del continente y, a estas alturas, a casi todo el mundo con su monótono "tu cha tu chá". Música para, como diría Posidonio de Apamea, "frotar dos parcelas de carne" o masturbarse de a dos, si no le es clara la metáfora estoica. Y, en cierto sentido, este carácter masturbatorio es un indicador neto de nuestra época egoísta, infantil y exhibicionista; en este sentido, el discurso del rasquetón es coherente con la ética y la estética de la posmiseria: de espaldas a los valores del respeto al mal llamado ser humano, la crudeza de sus letras reconoce al otro como un mero pedazo de carne que sirve para satisfacer, del modo más rudimentario posible, las apetencias del momento, sin otro compromiso más que el de hacer cacarear de placer a la contraparte, en un escenario de glamour poblacional decorado con armas, drogas y tecnología de mercado persa.
Si el rasquetón es una moda ¿qué viene después de ella? Aplicando la técnica del pastiche (crossing over, para no salir del estilo) imagino un reggaeton-gótico o un raggamuffin-punk. Sin embargo, la realidad suele tener la mala costumbre de armarse a su manera y vendrá el día en el que, a lo peor, recordemos con nostalgia la inocencia del perreo; pero hasta entonces, para mí y para muchos de quienes leen este blog (espero), el rasquetón seguirá siendo el sonido monocorde de la sexta corneta del apocalipsis.-
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6 comentarios:
que tal profesor? le escribe Orlando Velasquez, alumno suyo de los dias lunes.
dejeme decirle que encontre demaciado interesante lo que escribio sobre el reggaeton, ya que hace mucho tiempo estaba buscando quien pudiera darme una vision contraria a la que yo tengo con fundamentos diferentes a "es penca" o "no me gusta el estilo".
usted me ha visto en clase. Yo soy un alumno con una vestimenta particular que me separa del resto, la que me incluye en cierto modo en lo que sea parte de lo urbano, lo callejero o como quiera llamarle. Soy un exponente del Rap y del Reggaeton, estilos que defiendo con mi simplesa para observar sus origenes sin tanto rebuscar en la imagen que proyecta cada ser que los profesa.
en fin, me parecio muy interesante y quisas algun dia de estos podamos discutir acerca de esto.
adios!
Al leer esta nueva entrega de mandaliex, me pregunto en qué estuve cuando esperaba con ansias la columna de Joe Black…(cada semana peores, hay que decirlo). Bueno, mi pasado me condena, pues en esta sed por leer algo con cuento, en mi infinita ingenuidad de aquellos años, esperaba encontrar “aquello” hasta en las crónicas dominicales de Lafourcade.
Sin embargo, esto más que un blog (en el que habitualmente se exponen huevadas, dispénseme el chilenismo) me parece una columna del más consagrado estilo, que ya se quisieran los “grandes”. No sólo se queda en la forma (exquisitas construcciones, acertados giros lexicales, descarnadas metáforas) sino que los temas –y particularmente con el que deleita mis sentidos esta semana- son adecuados por su atingencia y tratamiento.
El rasquetón: digna denominación para una de las abominaciones más perversas que transversaliza géneros, estratos socioeconómicos y personas. Sí, pues traspasó la escena proletaria, juvenil y marginal, para instalarse en nuestros colegios (quien, que tenga hijos o sobrinos, no presenció por estos días la infantil performance de pre-escolares bailando al ritmo del “dámelo papy” con que las “tías” prepararon con diligencia la “ceremonia” de fines de semestre). En fin, el rasquetón está presente –sin proponérnoslo ni pedirlo- como telón de fondo de los productos más increíbles, como estrella de programa estelares (en que el solo aspecto de sus exponentes, dejaría sin aliento a cualquiera que se los topase fuera de un set televisivo) sino que día a día presenciamos como “figuras” del establishment criollo, ABC1 incluidas, han sucumbido gozozas al sobajeo que esta verdadera guaracha-tecno, propone.¿alguien duda que será el “palto fuerte” en nuestras –ad portas- fiestas patrias?
Pero, quienes alzamos la voz preguntándonos ¿QUÉ ES ESTO? Somos acusados de amargados, retrógrados y fomes. Si la música tiene la maravillosa virtud de hacernos revivir nuestra memoria afectiva y emocional, no quiero pensar qué puede resultar de esto…Por lo tanto, alzo mi voz y me opongo con vehemencia a que este decadente ritmo siga infestando el ambiente donde viven mis hijos y siga imponiéndose a mis oídos con sus letras de miseria y su estética del horror. Pero debo confesar que esto trae a colación un miedo mayor: ¿qué nos esperará después de esto?
El raspetón, el folletón, el chantaton,el weoton, mas todos los ton que puedan haber, claro lo recuerdo, inauguro este ano, disculpen, este año el festivale de nuestra cancione, digo el festi de viña, un lugar de paseo de la alcurnia chilensis, si pues esta al ladito de Reñaca city.
Pues aquí se dio el mas grande espaldarazo a este estilacho medio raro, quizás creado por cubanos contrarios a Fidel, pensando que con esta llegarían a la isla y harían joder a todos pa quedarse con la islita, claro pa nuestra mala cuea o cueva, pus como se llame, se tomaron la quinta verga-ra y todos danzaron al ritmo del wueveoton y mas de alguno se exalto, claro lo echaron con pacos y todo por decir mijitarrica con voz de curagüilla, fue tan poco como ver a estos chiquilines con los pantalones bajo el cuello cinturial de las caderas,
(el poto), ponceandose como locos, locas y demaces.
Este ritmo que ha inundado a nuestra suciedad nos tiene alicaídos, ya que aquellos que no tienen oportunidades de contar con minitas y no son ambiguos, han tenido que mordérselas
Es un ritmo de mala clase matonesco y abusivo, le di tanta gasolina a la tonta ayer que se me vació el estanque, que fuerte pero que verdad, así están las cosas el que salta y el que no se agarra otro u otra…
Esta es la primera y -espero- última vez que comento las entradas de quienes tienen a bien publicar sus comentarios en el blog. Y me dirijo a usted Anónimo: no trabajo para darle tribuna a mononeuronales. En su comentario no hay una sola idea coherente; pretende ser irónico, pero sólo resulta ser caótico y, fíjese que hasta rima: patético.
Usted es el mejor argumento a favor de la discriminación, señor Anónimo: me ha convencido. A los lectores habituales de este blog, les ruego me disculpen; a quienes generosamente aportan al debate con sus ideas, también. Pero a partir de ahora, por respeto a quienes buscan aquí un espacio para debatir ideas, deberé moderar los comentarios.
Asumo que la inteligencia de los lectores no se ofende ante esta medida de profilaxis cultural, que va en beneficio de la calidad del sitio.
Muchas gracias,
Mandaliex.-
Me siento un poco como en una terapia de grupo al declarar: Yo era metalero… o al menos eso habría dicho si me hubieran preguntado a qué grupo pertenecía, porque tuve la suerte de pasar en muy poco tiempo por muchos estilos, que a la larga se fueron mezclando y adquiriendo una apariencia más bien homogénea… pero en todas las instancias de búsqueda de identidad (ese fenómeno extraño que los viejos intelectuales intentan comprender metiéndolo bajo un microscopio) por las que he pasado, siempre ha habido un “enemigo” relativamente definido al cual despreciar. El Axé permanece aún en mi retina mental como algo muy despreciable… Pero el requetón… Al menos antes con pertenecer a otro grupo bastaba para hacer frente a aquél que no te gustaba, pero el requetón ya es mucho… podríamos decir que es un fenómeno terroríficamente trascendental… porque lo trasciende absolutamente todo… en Europa es la última moda, en Asia es la última moda, en todo estrato socio-económico-cultural-lo-que-sea también es la última moda. En cada semáforo en rojo es la última moda, es verdad. ¿Por qué? ¿Cómo no se aburren? ¿Aunque sea un poco? Creo sinceramente que si mi música favorita sonara tanto como suena el requetón, hasta yo terminaría odiándola. Si pusieran a Beethoven en todas las discotecas, todos los supermercados, todos los matinales, puedo ver a los pobres doctos académicos de la música (la de verdad, no la jovencita de la conmoción nacional) maldiciendo el día en que Beethoven nació.
Pero no me gusta mucho criticar, la verdad… creo que es muy fácil. Por eso cuando pienso en requetón, mi sinápsis me lleva inevitablemente a la posmiseria, la realidad nacional, de occidente, su contingencia y bla bla bla… algún día contrataré a un intelectual para que termina esta frase, pero la idea es que dejando de lado el repudio visceral que me causan esos tambores tribales, que por cierto suenan tan bien en otros estilos musicales, hay algo muy feo y muy triste en el hecho de que sea la elección numero uno del pueblo, en el hecho de que cada vez salga invadiendo nuevos espacios, que primero fueron algunos jóvenes, luego los niños (dejando de lado el inocente Axé), luego trascendiendo edades, estratos económicos, medios de comunicación, etcétera… hasta el día del juicio final, en el que en un colegio municipal de santiago centro, durante la ceremonia cívica, con todos los alumnos formados, con el pecho hinchado de orgullo y de aire para cantar, se alcanzó a poner play al nuevo y reluciente himno nacional… compuesto por Daddy Yanqui.
Estimadísimo...
Cuando se concibió este prodigioso ritmo, creo que el traficante de almas que tuvo el ataque creativo lo hizo bajo inspiración divina. No puede ser sino así que se diera forma a un producto tan aberrante como pegajoso, tan multicultural como infame y fruto de quienes son capaces de persignarse antes de hacer una corrida de drogas y volarle los sesos a un viejo amigo de infancia en algún zaguán caribeño, para no enemistarse con dios (¿de ahí viene, no? de esos espacios gestados de la cruza de chicanos con portorriqueños)... Huelgan más palabras, salvo recalcar que eso no es música.
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