lunes, 22 de octubre de 2012

Quisiera hacerle una pregunta, profesor Maturana

Humberto Maturana es un reconocido biólogo chileno, cuyos trabajos en cibernética, junto a Francisco Varela, dieron origen a lo que se conoce como la "Teoría de Santiago" de la cual uno de sus conceptos, la Autopoiesis, es materia obligada en cursos de comunicación y materias afines.

El pasado 21 de octubre, Humberto Maturana asistió al programa de conversación Tolerancia Cero de Chilevisión. La presencia del Doctor Maturana en ese espacio generó una gran expectativa en las redes sociales; sin embargo, muchos advertimos acerca de la falta de idoneidad de los panelistas para sostener con él una conversación seria en torno a los tópicos que el biólogo chileno suele exponer. La emisión lamentablemente confirmó nuestras aprensiones, por cuanto en apenas 21 minutos, se intentó que Maturana ofreciera su visión, a propósito de un tema tan vasto y complejo como es la violencia en Chile y las formas de convivencia que hemos desarrollado en el último tiempo.

Aun reconociendo lo inapropiado del espacio para exponer en él un pensamiento de suyo complejo, me llamó la atención que el Doctor Maturana insistiese en una argumentación harto cuestionable para el tema in comento. Para él, los grupos de personas que levantan su voz contra el sistema social y político vigente lo hacen motivados por una frustración, acumulada por años, de "no ser escuchados" por el Otro. En su concepto, la conversación y el respeto son claves para establecer un diálogo racional que permita el entendimiento. En este escenario, el respeto -no la tolerancia- es el elemento estructurante de una relación que permita una validación del sujeto como interactor en un diálogo social y que legitime su hacer en la construcción de la sociedad.

Estos conceptos, largamente expuestos en sus trabajos y, sobre todo, en las publicaciones que ha realizado a través de Matríztica, la fundación que creara en 2000 para canalizar socialmente su pensamiento, merecían ciertamente mucho más tiempo para ser desarrollados en televisón; sin embargo, estimo también que el pensamiento del profesor Maturana debiera tener la oportunidad para nutrirse de una retroalimentación, por parte de quienes disentimos de la forma en la que proyecta su discurso hacia el terreno de lo social. Es por eso que aprovecho este espacio virtual para exponer acá mis observaciones, a modo de preguntas, como las que un alumno debiese hacer en clases, antes que acatar a sesos cerrados la exposición de su profesor:

1. Usted, profesor Maturana, ha señalado que la clave de la comunicación es la Coordinación de coordinaciones de actos consensuales a partir de un acoplamiento estructural mutuo. Si entiendo bien, esto significa que los participantes de la interacción comunicativa deben compartir una modalidad perceptiva similar y recursos apropiados para la interacción. En otras palabras, un individuo humano podría interactuar comunicativamente con otro individuo humano y no con una almeja, por ejemplo, porque humano y almeja percibirían la realidad de modos diversos y, sobre todo, porque carecen de dispositivos anatómicos y cognitivos comunes para referir y referirse sus particulares experiencias de realidad.

Dentro de esos recursos, desde mi punto de vista, el dispositivo cognitivo -y agregaría lingüístico-cognitivo- es clave para que la coordinación de actos consensuales se produzca exitosamente. Esto significa que necesitamos contar con un mecanismo común o modalidad consensuada que nos permita construir la representación mental de lo que percibimos y, a la vez, transferirla de tal manera que el otro -que la mente del otro- pueda reconstruir esa representación de manera adecuada para la interacción.

Sin embargo ¿qué sucede cuando los individuos no comparten ese dispositivo lingüístico-cognitivo? Sabrá usted que un número no menor de compatriotas opera con un número reducidísimo de términos lingüísticos y, consecuentemente, posee una capacidad muy disminuida para procesar los datos que recibe a través del lenguaje. De acuerdo a algunos estudios, citados por Mario Waissbluth en "Se acabó el recreo", el 80% de los chilenos entre 16 y 80 años no comprenden lo que leen. La lecto-escritura es sólo una de las dos modalidades en las que opera la transferencia de experiencias de realidad a través del lenguaje; la otra es la conversación. Y aquí viene mi segunda pregunta:

2. Si la conversación es el espacio en donde respetuosamente debiésemos proponer nuestras experiencias de realidad para escucharnos y, consecuentemente, comprendernos ¿cómo es posible que se logre ese encuentro entre individuos que no tienen similares proficiencias en el uso del instrumento que les permitiría inter-relacionarse e inter-actuar?

Como usted ha explicado, la comunicación es mucho más que el intercambio de información. Es más, podemos postular con Sperber y Wilson que la comunicación empieza precisamente cuando dejamos de intercambiar información y, mediante un complejo sistema de referencias cognitivas expresadas en la Enciclopedia Cultural y en lo que se ha llamado el "Trasfondo de Obviedad", intentamos representar consensuada y creativamente una visión común de lo que es la experiencia humana, del hacer y del reflexionar en lo que somos y en lo que nos permite ser. Sin embargo, me permito proponerle, que son esa Enciclopedia y ese Trasfondo los elementos que, por no ser compartidos por los distintos actores sociales, se transforman en los factores que explican la violencia y el irrespeto -por no decir intolerancia- que caracteriza a las interacciones de quienes debiésemos encontrarnos en la comunicación.

Un grupo social representado en un sector de los jóvenes chilenos ha sido precariamente ideologizado. Su lectura de la historia, de la sociedad, de la política y de la cultura ha sido modelado desde una imperfecta cosmovisión afectada, en gran parte, por una serie de transformaciones que han sido consideradas como una verdadera Mutación Antropológica. Si hasta el Papa Benedicto XVI se ha referido a ella señalando que los jóvenes experimentarían una transformación cognitiva y cultural originada, en su lectura del fenómeno, por la exposición a una mentalidad "que no es cristiana y que tampoco es humana, porque está dominada por intereses económicos, preocupada únicamente por las cosas terrenas y privada de una dimensión espiritual”.

Dejando de lado el imperativo cristiano, creo que el Papa acierta dramáticamente en el calificativo de mentalidad "no humana". Para las numerosas generaciones educadas en la cultura massmediática, cuyo elemento unificador es el pensamiento concreto, educado a través de las imágenes, lo Humano representa una abstracción que no alcanza a entenderse y, por ende, no puede vivirse, porque no tienen los recursos cognitivos para pensar de manera abstracta y comprender esa abstracción que es "lo Humano". En ese sentido, la emoción reemplaza a la idea y si ya es difícil encontrarse en la razón, cuánto más difícil es hacerlo en la emoción, como lo prueba la ausencia en las interacciones cotidianas de la emoción más humana de todas, cual es la del amor. Vivimos en una sociedad emocionalmente enferma, incapaz de objetivar su experiencia de ser en el mundo a través del lenguaje y, consecuentemente, que experimenta la emoción como un tumulto de sensaciones irreductibles a palabras que permitan poner la experiencia en un lenguaje común.

El sentido que somos capaces de darle a lo Humano es parte de ese discurso que constituye el conjunto de referencias culturales, cognitivas y emocionales que no compartimos y que nos impide convivir como individuos de la misma especie. La biología nos acerca, nos hace creer que porque poseemos similares características anatómicas y fisiológicas somos miembros de la misma especie; pero lo Humano extiende su dominio mucho más allá de la biología, como usted mismo lo señala en El Sentido de lo Humano. Es, por una parte, la cognición, expresada a través del lenguaje, la dimensión que nos aparta radicalmente y que nos impide compartir un territorio en el cual encontrarnos y en el que lo esencialmente Humano tenga su expresión. Ya no hay consenso en la coordinación de coordinaciones de actos y, por otra parte, entregar a la pura Emoción la tarea de recuperar el sentido de lo Humano es desconocer que junto al Amor existe el Odio, como una emoción activa y autónoma que guía a vastos sectores sociales, que es irreductible a la razón y que, a no mediar una acción decidida de la sociedad y de sus instituciones, terminará implantando una nueva forma de convivencia, basada en la fuerza del eslogan, como en las terroríficas visiones del futuro propuestas por Orwell y Huxley, en el lejano siglo XX y que pueden apreciarse en el discurso de los líderes de esos movimientos sociales que hoy nos conmueven.

Quisiera tanto poder intercambiar con usted estos puntos de vista personalmente, quiera el azaroso comercio de los hipervínculos que así suceda.-




martes, 9 de octubre de 2012

Acúsome, Padre, de tener amigos colas

Iba a empezar como un tweet,  pero me extendí y aquí vamos. Sucede, señor cura, que tengo amigos homosexuales. La única diferencia con los heterosexuales es que los encuentro más valientes. Tal vez me equivoque. No sé. Nunca me ha importado lo que hagan con su poto como a ellos, supongo, no les importa lo que yo haga con mi pene. No es tema en nuestra amistad que se basa -como toda amistad que se precie de tal- en dos principios elementales: afecto y respeto. Son colegas: lingüistas, literatos, profesores, periodistas, ingenieros, diseñadores, estilistas, actores: gente culta y sensible, en general. Aunque yo, que soy observador por naturaleza, tengo la idea de que son también un poquito más tristes; debe ser porque todavía los discriminan o porque, con tanto prejuicio dando vuelta, les cuesta encontrar a su media naranja.

Y es que la soledad es triste, señor cura. Supongo que usted, amparado por el amor a Dios Padre no sabe de ella y por eso le cuento. Para el resto de los mortales, la soledad es una herida que llevamos debajo de la piel, como una enfermedad del alma: "Luchamos por fijar nuestro anhelo como si hubiera alguien más fuerte que nosotros que tuviera en memoria nuestro olvido" dice Luis Cernuda, otro colipato como los amigos de los que le hablo.

Usted ha abrazado el amor mistérico de Jesús y de María que lo contienen y sostienen a toda hora, bendito sea. Pero el resto de los mortales, -más carnales, menos espirituales-, buscamos ese espejismo, que es el amor humano, lleno de tensiones, marchas y contramarchas, certezas que duran lo que dura un suspiro; miradas ajenas que nos revelan lo que nunca vimos en nosotros mismos. Ese amor humano que es un permanente quizás y, en muchos casos, un doloroso nunca. Pero insistimos en su búsqueda, probablemente porque no hemos recibido -como usted- ese llamado que nos alejaría de las tentaciones del siglo. Además, seamos honestos, también está "la mundicia", como decía la Porota: un personaje humorístico argentino interpretado por ese tremendo actor que fue Jorge Luz.

Yo sé que el sexo fuera del matrimonio es un pecado. Nunca me ha quedado muy claro por qué, pero así dice la Palabra del Señor. Y la Palabra también dice que varón que yace con varón comete "pecado nefando". Y tampoco me ha quedado tan claro por qué es tan terrible. No entiendo por qué sólo el camino del dolor, la renuncia, la gravedad y la temperancia nos ha de llevar al Cielo. Tal vez no lo conozca, pero un poeta inglés llamado William Blake escribió que "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". Fuerte ¿no? Pero, si lo piensa bien, tiene razón. Razón para los que no hemos renunciado al mundo y hemos abrazado sus misterios. Porque misteriosa es la existencia, señor cura, cuando usted vive solo, con los ojos y el corazón abiertos a la vida y sus contradicciones, a su horror y su maravilla.

Yo no sé por qué a los amigos de los que les hablo les gustan los hombres. ¿Habrá una razón? No lo sé y, si quiere que sea franco: no me importa. Bastante tenemos con que al ser humano no le baste el Cielo y quiera permanecer fiel al "sentido de la tierra" como decía Nietzsche.  ¿Esos amigos míos se van a ir al infierno? Mucho lo lamentaría. No entiendo por qué a Dios le preocupa tanto que el placer, ese don que se nos ha dado -como me lo explicaran en las charlas prematrimoniales a las que asistí antes de casarme- sólo sea experimentado cuando lo santifica el sacramento del matrimonio. ¿No es el placer parte de la experiencia humana, y esa experiencia es la que hemos venido a vivir a este mundo al que usted ha renunciado? ¿Y por qué su renuncia debe ser la de ellos?

Una de las cosas que más me atrae de Jesucristo es que recomendaba no juzgar: un verdadero arte, un ejercicio de grandeza espiritual. Él tenía amigos de toda laya y nunca discriminó a nadie: no habló de reconvertir a los publicanos, a los samaritanos, a las prostitutas. Él ofreció una promesa para todos los Hombres de buena voluntad. ¿Por qué, entonces, ser más estrictos que el Maestro y no simplemente acoger y aceptar, con afecto y respeto, a todos por igual?  Recuerdo que Jesús también señaló que los que fueran como niños entrarían al Reino de los Cielos y que el que escandalizare a uno solo de esos pequeños mejor le valiera ser atado con una rueda de molino para ser lanzado al agua. Yo tengo una hija de seis años y jamás, ninguno de los amigos "diferentes" que tengo ha hecho algo para incomodarla. Pero sé de muchos sacerdotes que han abusado de menores. ¿Por qué no dirigir hacia ellos los esfuerzos por "recuperarlos"? Ellos sí están enfermos y antes de andar sacando las pajas en los ojos ajenos ¿no es mejor seguir la indicación cristiana y arrancar la viga del propio?

Como siempre, me he extendido mucho. Pero necesitaba decirle estas cosas que pienso y que parece que son medio pecaminosas. No sé cuál será mi penitencia: con vivir tengo bastante pero, en fin, usted dirá: haga su trabajo.-


jueves, 17 de mayo de 2012

Lo indefendible

Dos años más tarde de lo que la más elemental racionalidad hubiese aconsejado, se levanta una airada polémica por el desempeño de la ex presidenta Michelle Bachelet frente al sismo del 27 de febrero de 2010. Esta demora inexplicable ha permitido que justo hoy, ante la formalización de cargos a los funcionarios que tuvieron injererencia en el improvisado manejo de la situación que devino del sismo y, en una segunda y muy evidente lectura, cuando en el horizonte se avisoran dos eventuales cataclismos cuyo impacto ni los Mayas ni Red Quake Alert podrían prever (las elecciones municipales y las presidenciales 2014), tanto los defensores de la ex presidenta como sus opositores salmodian la monótona letanía de sofismas que suele constituir el debate político chileno para cautelar, unos, a quien con ciego optimismo interpretan como su última y mejor opción para regresar al poder y los otros quienes, con temor y desconcierto, ven en su robusta figura el principal obstáculo para permanecer en la Moneda.

Y el atrezzo de esta opereta lo constituyen las encuestas de ambigua metodología que encumbran a la actual titular de ONU-mujer entre las figuras presidenciables para 2014, pese a su ausencia y silencio ante la contingencia. Ese "incómodo silencio" como lo catalogara en una muy lúcida columna Marcelo Brunet (27/F: Bachelet, su responsabilidad política y su incómodo silencio) es, sin embargo, emblema de sus cuatro años de gestión como presidenta y es el que, inexplicablemente, ha seducido al chileno promedio que ve en Bachelet -esa especie de Mona Lisa de la política- como una carta razonable para dirigir los destinos de la Nación.

Hagamos un esfuerzo y seamos serios: ¿cuáles son los datos objetivos que permiten considerar a Bachelet como una opción presidencial viable? Si hacemos memoria -aunque sea con la ayuda de Santa Wikipedia-, los dos primeros años de su gestión fueron desastrosos: en cuanto asumió su cargo, la Concertación de Partidos por la Democracia inició un proverbial ninguneo en el que, claramente, se advertía la incomodidad del macho criollo que no quiere ser mandado por una mujer. Elegir a la primera mujer presidenta en Chile era tan pro, que todos aparecían luciendo las fundas de los dientes en las fotos de rigor. Pero, tras la cortina, el ego aporreado de viejos dirigentes de oficio que veían a esta advenediza llevarse las luces y los votos, tuvo que ceder ante los fríos números y los desnudos hechos. La imagen que proyectaban no era muy distinta a la que proyectan hoy: Bachelet era el pretexto para afirmarse en el poder. Incluso en su propio partido, los jerarcas la masticaban pero no la tragaban y ella debió enfrentar, con muy escuálido respaldo político, los avatares del Transantiago -esa herencia maldita del gobierno de Ricardo I- y la revolución pingüina que terminó por reventar su capital político constituido por el alto nivel de aprobación con que resultó electa.

Sin embargo, ante la caída de ese apoyo, el por entonces presidente del Partido Socialista, sr. Camilo Escalona Medina, esa especie de Lord Palpatine vernáculo, hizo una certera lectura: o salvaban el gobierno de Bachelet o podían despedirse del Poder. Entonces, con la habilidad que le brinda su brillante dominio del lado oscuro de la Fuerza, inició una rápida e inapelable campaña para ordenar filas alrededor de la mandataria quien, tras dos años perdidos apareció, usando el repugnante neologismo, más "empoderada" y, gracias al coincidente repunte en el precio internacional del cobre, pudo iniciar la maratón asistencialista que la transformó en el fenómeno de masas que indiscutiblemente es: una especie de versión femenina de mr Chance de la novela de Kosinski "Desde el Jardín". Sin lugar a dudas, es una mujer carismática, atractiva para una sociedad chata y medio bobalicona como la chilena. Pero repito, hablando en serio, ¿cuál es la visión política de la señora Bachelet? ¿o es que a nadie le interesa? Más allá de lugares comunes y frases hechas: "...de eso estamos hechos los chilenos: de fuerza, de amor, de solidaridad...", "En mi gobierno nadie se va a repetir el plato", ¿cuál es su proyecto político? ¿dónde radica la valía de su pensamiento?

La sra. Bachelet abandonó su cargo de presidenta con un nivel de aprobación histórico, apenas minado por lo que fuera su más aciaga gestión política: su torpe conducción ante el sismo del 27 de febrero. Como lo expresé en la crónica del 28 de ese mes (Lo bueno de un terremoto) ella tomó la decisión política de aparecer a cargo de la situación: y el poncho le quedó varias tallas más grande. Negó lo evidente: había maremoto y como consecuencia -amarga paradoja del destino- muchos compatriotas, como otrora, murieron y desaparecieron en el mar; apostó torpemente a la autogestión al rechazar la ayuda que ofrecieron organismos internacionales y, la guinda de la torta: se empantanó en escrúpulos mezquinos al no decretar, como apunta Brunet en la citada columna, los estados de excepción que hubiesen evitado los saqueos y el vandalismo que afectaron a algunas regiones ya asoladas previamente por el sismo. Nadie que sea honesto puede defender a estas alturas lo indefendible: estos son hechos objetivos que exigen, por una cuestión de honor y de decencia, al menos un reconocimiento y, si la grandeza lo permitiera, un gesto de arrepentimiento por las decisiones mal tomadas.

Sin embargo, tres factores debieran entrar en juego en un análisis del fenómeno Bachelet:los intereses cortoplacistas y las ambiciones desmedidas de poder de los políticos de la oposición, que blindan a Michelle Bachelet para poder usarla -para seguir usándola- como arma política de destrucción masiva y referente cosista de unidad. Por otra parte, aparece la falta de tino político de los partidos de gobierno, que intentan a destiempo establecer una responsabilidad que no supieron en su minuto deslindar. Y en tercer lugar está la ciudadanía, el tercer y no reconocido actor de esta tragicomedia, que insiste en cerrar los ojos, con el infantilismo patológico de una sociedad cívica e intelectualmente inmadura, para seguir creyendo en el cuento de hadas de que su edípica y silente princesa puede volver a gobernar, sólo con su calidez, su simpatía y su inexistente capacidad política, el macondesco Reyno de Chile. ¿Es que acaso no podemos aspirar a algo mejor?.-

domingo, 22 de abril de 2012

A propósito de Educación de Calidad para Chile

Como se sabe, uno de los estandartes de las movilizaciones estudiantiles que sacudieron a Chile en 2011, fue la demanda por una "Educación gratuita y de calidad para todos". En mi concepto, expresado en 3 artículos que crearon cierta polémica y que fueron publicados en No es la noche sin insomnio, el debate generado por las demandas estudiantiles careció de la profundidad adecuada y prefirió mantenerse en la superficie del intercambio de eslóganes y lugares comunes, dichos con mayor o menor virulencia, elemento que tiene a ser el patrón que en Chile mide la calidad argumentativa y, finalmente, la aceptación y adopción de algún punto de vista por parte del público promedio.

Examinemos, entonces, algunas bases de lo que podría entenderse bajo el concepto de "Educación de calidad" para ponderar su significado y evaluar cómo implementarla en una realidad económica, social y cultural como la chilena. Me llama la atención, por cierto, que en ningún momento ni lugar se haya invitado a debatir a teóricos de la educación para establecer, con propiedad, qué se entiende por Educación de Calidad. El movimiento estudiantil incorporó a sus demandas una exigencia loable en sí misma -¿quién, en su sano juicio, podría oponerse a ella?-, pero la formuló de tal manera que jamás pudo entenderla -o plantearla- más allá de sus aspectos económicos y administrativos. Es decir: educación de calidad = más recursos y mejor administración de éstos. Pero la educación es harto más que administración y financiamiento.

A nivel mundial, y en alumnos de todos los niveles del espectro académico, en los últimos 30 o 40 años se ha observado un deterioro en el desarrollo de ciertas capacidades cognitivas vinculadas al pensamiento abstracto. Un artículo de divulgación del trabajo de Michael Shayer (2007), publicado en The Guardian (2006), estableció un preocupante resultado: en él se señalaba que el nivel cognitivo de los chicos de 11 años correspondía, en la realidad, al de niños de 7 u 8 años y que los adolescentes británicos del siglo XXI tenían menos habilidades cognitivas que los adolescentes de la generación que los precedía. Asimismo, en el estudio, Shayer hacía notar -con el característico buen tacto inglés- que los paradójicamente buenos resultados en la aplicación de los estándares de calidad, certificados por las autoridades curriculares británicas, podía deberse a la "inconsciente" aplicación de preguntas más fáciles y a la flexibilización de la exigencia en el examen de los contenidos. Cualquier parecido con nuestras pruebas Simce es, evidentemente, pura coincidencia.

En aquellos años, sin embargo, esta publicación contribuyó al debate de un tema país todavía más complejo y que tenía que ver con lo que se llamó "el asesinato de la infancia": en septiembre de 2006 un grupo de 110 profesores, académicos, sicólogos e, incluso, autores de libros infantiles envió una carta al diario The Daily Telegraph en la cual denunciaban que a los niños británicos se les estaba "envenenando la vida" al ser empujados a la adultez antes de tiempo y a consumir "un cóctel siniestro de comida junk (chatarra), marketing de la sexualidad, juegos electrónicos y una obsesión más por galardones que por aprendizaje en las escuelas" (1)

En rigor, en los últimos 50 años occidente ha experimentado una verdadera "mutación antropológica". Una cultura basada en la palabra (oral o impresa) ha cedido terreno a otra basada en la multicodificación discursiva, en la que predominan elementos visuales y gráficos por sobre los lingüísticos. La televisión primero, omnipresente en la gran mayoría de los hogares de occidente; y ahora los computadores con acceso a internet, los videojuegos y los dispositivos electrónicos de comunicación han generado un nuevo escenario que modifica, de manera radical, las condiciones para el desarrollo de las habilidades cognitivas del hombre contemporáneo. Los procesos mentales que exige la nueva cultura están relacionados con el hemisferio derecho del cerebro: el espacio de las emociones, sensaciones e intuiciones; mientras que el hemisferio izquierdo, vinculado a los procesos lógicos y abstractos, cede terreno. Así, es posible observar, por ejemplo, que los alumnos tienen más éxito en resolver problemas geométricos que algebraicos, vinculados aquellos a la percepción del espacio -que radica en el hemisferio derecho- y estos, relacionados con las capacidades de una racionalidad más compleja.

Por otra parte, han surgido nuevas corrientes psicológicas que postulan una redefinición de lo que hasta ahora se ha entendido por inteligencia. La teoría de las inteligencias múltiples, propuesta inicialmente por Howard Gardner, plantea la existencia de al menos 8 tipos de inteligencias (2) y cada una de ellas predominaría sobre el resto en cada individuo. Por ello, las corrientes contemporáneas de la educación se hacen cargo de este postulado, e intentan ofrecer un repertorio metodológico lo suficientemente amplio como para que distintos individuos, con distintas inteligencias, reciban una formación que reconozca sus particularidades y contribuya a potenciar la habilidad que en el sujeto predomina.

En esta misma línea comienza a cobrar fuerza, en los años '90, una nueva modalidad pedagógica llamada "enfoque por competencias", de la cual poco se comenta en los medios, pero que constituye un apasionado debate en algunos espacios académicos, por cuanto este nuevo paradigma educativo deja de lado el antiguo perfil Científico-Humanista y lo reemplaza por una visión pragmatista en la cual las habilidades de base o competencias que el individuo posee, se desarrollan de modo personalizado, bajo una modalidad llamada "constructivista" que busca orientar la educación hacia la acción, despojando al proceso educativo de prácticas que se consideran ineficaces, tales como la clase expositiva y la memorización de contenidos, entre otras. En esta nueva modalidad educativa se le da una importancia central al desarrollo del conocimiento desde las particularidades del educando y desde la interacción de este con el grupo de individuos con quienes co-construye el conocimiento en un proceso dinámico, participativo e interactivo, basado en la relación entre aprendizajes esperados y aprendizajes significativos.

En una mirada más suspicaz, es postulable sostener que el enfoque por competencias -modelo pedagógico precognizado, entre otras entidades, por la OCDE- responde a un diagnóstico, no socializado adecuadamente, que reconoce las limitaciones cognitivas de los educandos y que elabora una salida práctica que implica preparar a las masas para la realidad laboral concreta, desechando el altruismo positivista de elevar la condición humana a partir del desarrollo del pensamiento científico -esto es lógico-abstracto-. Bajo esta premisa, se entienden los afanes que buscan, por ejemplo, reducir en las mallas curriculares universitarias las asignaturas teóricas en pro de las prácticas, para habilitar laboralmente a las masas trabajadoras, sin someterlas a las densidades del pensamiento abstracto que construye y disciplina la racionalidad y el intelecto.

En este escenario es posible, y me parece, imperativo, formular algunas preguntas y observaciones vinculadas al concepto "educación de calidad":

1. ¿Con qué criterio se le da al alumno la responsabilidad de co-construir su aprendizaje, si elementos tales como la responsabilidad, su auto-percepción y, sobre todo, sus dominios cognitivos están afectados por el cambio social, cultural y antropológico que limitó, por ejemplo, la influencia de la familia como instancia modeladora de valores y actitudes y ha instalado en su reemplazo al saber medial -"sermo vulgaris"- como sistema de referencia formativa?

2. ¿Cómo se recuperan los dominios cognitivos, afectados por esta mutación antropológica que hemos descrito, y que son imprescindibles para desarrollar la ciencia y el conocimiento? En este sentido, llama la atención que estemos rodeados de avances tecnológicos pero atrapados en paradigmas científicos que, salvo contadas excepciones, fueron delineados en la primera mitad del siglo XX, por mentes educadas en una modalidad muy diferente a la que las nuevas teorías pedagógicas proponen.

3. ¿De qué manera se transparenta el modelo pedagógico que está adoptando Chile? El enfoque por competencias es una modificación estructural que abarca desde la formación preescolar hasta la universitaria y que, jamás, ha sido sometida al debate público. Los expertos en educación han evitado abrir este debate y han implementado el modelo mediante la práctica del ensayo y el error. Esto ha significado que en los últimos 20 años, los Planes y Programas del Ministerio de Educación, han sido reformulados constantemente, con una variabilidad metodológica que ha significado, en muchos casos, contradicción y en todos, desorden.

Si las examinamos con detenimiento, más allá de oportunismos políticos e ideológicos, las movilizaciones estudiantiles y, en general, los llamados "movimientos sociales", veremos que éstos evidencian una necesidad de cambio en el paradigma social, político y cultural en donde el concepto del Hombre, concepto que como las cucarachas después de un holocausto nuclear, ha sobrevivido y reclama su lugar como eje de las preocupaciones del colectivo. Ese Hombre se encuentra hoy escindido en su unidad material-espiritual o, si se prefiere, en los dominios sociales y cognitivos que le han permitido levantar una civilización y una cultura. En mi concepto, en estos momentos de crisis y cambio, el rol que le cabe a la Educación es clave para preparar al sujeto en su condición no sólo de ciudadano, sino sobre todo de individuo, de persona y, -nuevamente-, de Hombre, para restituir los valores que se han perdido y que le permite al Bicho Humano, construir países y sociedades que encarnen, quizá uno de los valores más importantes y fundamentales que dan sentido a la existencia: la dignidad.-

Notas

(1) El lector interesado puede consultar la versión en español de la polémica consignada en http://www.lanacion.com.ar/841208-temor-en-gran-bretana-ante-el-asesinato-de-la-infancia

(2) Se trata de las inteligencias:

lingüística
lógica-matemática
espacial
musical
corporal cinestésica
intrapersonal
interpersonal
naturalista

Todas ellas estarían presentes en cada uno de nosotros con predominio eventual de una de ellas. La crítica de Gardner es que el enfoque pedagógico tradicional priviliegia las 2 primeras.

Referencias bibliográficas:

Crace, John (2006) Children are less able than they used to be en The Guardian recuperado desde "http://www.guardian.co.uk/education/2006/jan/24/schools.uk

Shayer, M. et alia (2007) Thirty years on – a large anti-Flynn effect? The Piagetian test Volume & Heaviness norms 1975–2003 recuperado desde http://cognitiveacceleration.co.uk/documents/ca_approach/30yearson.pdf

martes, 27 de marzo de 2012

Yo discrimino y no tolero

Usted discrimina.

Usted discrimina constantemente.

Y en buena hora lo hace porque discriminar implica separar lo que quiere de lo que no; lo que lo seduce, de lo que lo deja indiferente; las personas con quienes disfruta de su compañía, de su manera de ser y de mirar el mundo y la vida, de aquellas personas que nada tienen que ver con usted y con sus sentimientos. El mundo es grande, pero no lo suficiente como para que en el quepamos todos sin pisarnos los callos. Pero podemos estar juntos siempre y cuando nos pongamos de acuerdo en un principio elemental: el respeto.

Respetar implica que usted es dueño de pensar lo que quiera y decirlo cuantas veces le parezca necesario, siempre y cuando su pensar, su decir y, sobre todo, su hacer no pase a llevar el derecho del otro de pensar y de hacer lo que le venga en gana. Y para conseguirlo basta con aplicar otro principio: la tolerancia.

Sin embargo, la tolerancia es un principio más complejo que el de la discriminación, por cuanto discriminar opera en un ámbito mucho más intelectual, fruto del razonamiento o, para ser más preciso, de proceder de acuerdo a un acto de racionalidad y madurez que se llama discernimiento. Por otra parte, la tolerancia se expresa exclusivamente en la acción. Usted tolera o no ideas o acciones específicas que se manifiestan de manera concreta. Usted puede tolerar que su amigo no le pague la plata a tiempo o que su mujer vea la teleserie cuando usted quiere ver el partido de fútbol. Hay atenuantes no menores: la amistad y el amor. Pero usted no toleraría, supongo, que un desconocido manosee a su hija en la micro sin el consentimiento de su heredera; usted no toleraría que su vecino arme una ruidosa fiesta a las 3 de la mañana de un día miércoles y, por último, usted tal vez no tolere -como yo no lo hago- que un grupo de desadaptados, por las razones que fuere, le propine una pateadura a un joven de 24 años que termina por causarle la muerte.

Pero no es lo mismo no tolerar que ser intolerante. El intolerante se resiste, a priori, a cualquier evento que escape a lo que corresponde a su visión de cómo debe ser el mundo, la vida y el actuar de las personas en ellos. El intolerante se proyecta al mundo desde la falta absoluta de discernimiento y de respeto; el intolerante es, básicamente, un ser mezquino, cobarde y prepotente. Ciego ante los matices, se empeña en que las cosas sean del color que él quiere que sean. Para justificarse suele aludir a un vago "deber ser" de las cosas, al elusivo "sentido común" que establecería una ética, una moral, y un conjunto de buenas maneras, prácticas y costumbres en los que, supone, todo el mundo debe estar de acuerdo. El problema es que las personas somos circunstancias y, éstas, son múltiples y variopintas; confusas y contradictorias y esencialmente dinámicas.

Hace justo 2 años escribí una entrada en el blog llamada Maricones . En ella establezco mi punto de vista respecto a la distinción entre la homosexualidad y la mariconería. Lo hice porque toda mi vida he tenido compañeros de colegio, profesores, amigos, alumnos y colegas homosexuales con quienes he convivido con respeto, no con tolerancia, y quise expresar mi punto de vista respecto de su elección de vida. Creo que no hay que tolerar que el tío sea cola (y uso una palabra que los propios homosexuales que conozco la usan para referirse a ellos) como no hay que tolerar que la abuela sea fan de Pimpinela o el abuelo tenga olor a ala. A la gente no se la tolera, se la acepta como es o no se le acepta y, con respeto, se la excluye de nuestras vidas: otro principio elemental para vivir en sociedad.

Hoy ha muerto Daniel Zamudio, un joven homosexual, vejado y torturado por un grupo de desadaptados cuyas motivaciones, espero, el proceso judicial sepa establecer con claridad. Sin embargo, todo hace suponer que las motivaciones han sido, ni más ni menos, que los 4 hechores agredieron a Daniel por su condición de homosexual y este crimen habría instalado en la sociedad chilena un sentimiento que se opone a la discriminación y favorece la tolerancia. En este sentido, creo que más que nunca se hace necesario discriminar y razonar nuestras acciones para establecer, con solidez, nuestra posición ante el mundo y ante las personas. No hay nada peor que actuar de acuerdo a lo que dice el rebaño porque, haciéndolo, es fácil terminar aceptando cualquier cosa. Y respecto al rebuzno del rebaño, para bien o para mal, creo que no podemos ser tolerantes. No podemos tolerar que un chico no pueda ser feliz porque su manera de sentir y de sentirse no es la nuestra. No podemos tolerar que sigan ridiculizando y estigmatizando a quienes no siguen las ambiguas y contradictorias directrices morales del rebaño, que claman contra la discriminación -concepto que no comprenden- y que les permite insultar a quienes se les antoja, por razones arbitrarias, como lo han hecho con el alcalde Zalaquett, quien se acercó a presentar sus respetos a la familia de Daniel y fue insultado por los "tolerantes" a quienes ese acto no les pareció válido.

Vivimos en una sociedad enferma. Enferma de estupidez y de ignorancia y, por ende, de brutalidad y prepotencia. ¿Hay que tolerarlo? Creo que no. Por eso, más que encender una vela o rezar por el espíritu de Daniel Zamudio, debemos recordarlo como un ejemplo de que el hombre sigue siendo el lobo del hombre y que mientras no aprendamos a respetar lo que somos, difícilmente podremos llenarnos la boca con el cacareo de la justicia y la dignidad. No tengo idea si Daniel era o no una buena persona. No importa. Basta con saber que Daniel era un chico de mirada bella que podría haber sido hermano o hijo mío o suyo y que como todos merecía vivir en un país donde cualquiera pueda caminar por donde quiera, sin el temor a que un grupo de imbéciles, prisioneros de su ignorancia y de su cobardía, tomen su cuerpo como juguete de su sadismo para darle una lección de moral y buenas costumbres que nadie, en su sano juicio, pueden compartir y, definitivamente, jamás siquiera tolerar.