sábado, 16 de agosto de 2008

Un hombre que fuma en una casa vacía mientras avanza la noche

"Esta es la noche, quién no pudo sentirla así no la conoce.
Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender.
(...) Me hubiera gustado clavar la noche en papel como a una gran mariposa nocturna. Pero, en cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un muerto y me arrastra inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo".
Juan Carlos Onetti: EL POZO


Pronto cumpliré 40 años y en el curso de este tiempo debo haberme relacionado con cientos de personas: a ninguna he conocido; en rigor, no quiero conocer a nadie, no quiero atar a nadie a la suma de mis prejuicios porque sé que tal arrogancia es por completo inútil. En cualquier momento, en el corazón del cobarde surge el impulso de amaestrar dragones; en el del satánico, el de resucitar a su Dios y regresar del averno; en el del amante, el de traicionar o vender el amor prometido; en fin: a veces hacemos cosas locas en momentos locos y dejamos de ser nosotros mismos o quizá, a despecho de nuestros conocidos y de lo que creen saber de nosotros, empezamos a ser, por fin, quienes realmente debiéramos haber sido.

Sin embargo, un par de veces en todo este tiempo, me he encontrado con seres a quienes no necesité conocer para saberlos; seres con los que las palabras se volvían alimento para las polillas y con quienes la noche era un pretexto para reconocer que, a cada lado del aire, componíamos una figura común hecha de días, de preguntas, de extrañas aventuras que encontraban su sentido en nuestras conversaciones y que, como niños mostrándose sus juguetes, nos mostrábamos para reír con una risa pura, libres y felices al fin, después de tanto silencio, de tanto tiempo de ser malentendidos. Esos misteriosos seres fueron -y son- los hermanos que mis padres no pudieron darme y que, no obstante, la vida, la única madre que sabe todas nuestras cosas, generosa y sabia puso en mi camino.

Uno de ellos, hace hoy justo un año, se suicidó. Hace justo un año, encerrado en la desolación de su casa, se dejó seducir por el deseo de saber "who is there" como puso en uno de sus últimos mensajes de texto. En su incurable optimismo, mi amigo creyó que existía la posibilidad de saber qué hay más allá y para saberlo, dejó atrás, en un salto, a su pequeño hijo, a sus mujeres, a sus amigos preguntándonos, con nuestro absurdo egoísmo "¿Por qué lo hizo?". Y la respuesta es tan simple como terrible: porque no fuimos lo suficientemente atractivos, o interesantes, o necesarios, como para que el privarse de nuestra compañía fuera un obstáculo para su salto al quizás definitivo.

No fue, por cierto, el primer dolor de mi vida. Varias muertes ajenas cargo en la espalda, fuera de las propias: tan brutales y dolorosas tanto las unas como las otras. Pero la muerte de mi amigo consiguió hacer lo que ningún dolor anterior había hecho: me hizo consciente de la responsabilidad que implica aceptar seguir viviendo. Él era un artista, el único que he conocido, un tipo lleno de lucidez, de generosidad y de talento. Por cierto, no estoy cayendo en el ridículo cliché de santificar al difunto: pero el tipo era excepcional, aún en sus miserias, y son muy pocos los que pueden reclamar para sí ese apelativo. Vivimos rodeados de estrafalarios y megalómanos, y cuando notamos el brillo leve e intenso del genio, éste nos deslumbra y nos conmueve porque nos muestra una manera de existir que parece tan simple y tan difícil -tan imposible- de reproducir con naturalidad en nuestras vidas. Y sin embargo, tan necesaria.

En Carpe Diem, uno de los más bellos manuales con instrucciones para la vida que haya leído, el múltiple Walt Whitman nos sugiere, con tono admonitorio: "Haced de vuestras vidas algo extraordinario". ¿Y eso qué significa? Trato de entenderlo en esta noche tan fría, atravesada de gritos a lo lejos y sin embargo, tan llena de silencio. Tal vez sea un cobarde o tal vez mi radical escepticismo me mantenga de este lado de las cosas. No lo sé. Se necesita de un valor análogo tanto para restarse como para proseguir y antes que interesarme por saber "who is there?", quisiera tanto saber "who is here?", quien es éste que apaga el cigarro y, con los ojos abiertos, se deja llevar hasta dónde no sabe por el mar de la noche.-

1 comentario:

Bárbara dijo...

que excelente autoreflexión. Por mi persona, ya llega a dar miedo escribir acá, siento que ha construido una fauna de historias, de vivencias, de vocabularios, de un episodio, quizás.
Y es que, hace seis meses atrás, la mejor amiga de mi madre, se ha ido por el who is there: una sensación tremenda, vacua, de desasón interno me dejó. Hay veces que vivimos con tanta curiosidad sobre esta masa de mugre, sin embargo, es tanta la mugre que llega a ser tanto entretenido como nada. Lo más loco de todo esto fué, que en el día anterior ella se había comprometido para irse a España a cuidar a su nieta, la cual tenía un problema cerebral y su madre se había ido en el parto. ¿Cómo entender a veces estas historias con finales tan inesperados que pareciesen que, en un momento, el guionista se desconcentró? Y claro, bajo nuestro egoísmo, nos preguntamos pero debo insistir que nos respondíamos. El todo, la nada. Los muchos.

Muchos cultos posteriores se hicieron para contactarla y para las asistentes de aquel encuentro se cuenta que les había dicho, "perdónenme pero, tenía que hacerlo. estoy bien"
creyendo o no, la paz quedó, quedaron ilusiones y yo muy vívida como nunca creo que, el suicidio es un intenso carpe diem.
Quizás viene de ahí, que se dice que en la evolución del hombre este empezó a buscar la estética de las facciones de su sexo opuesto para perpetuar la especie, para proyectar familias, de distintos tipos.
Los otros están, no hay duda.
bub*