lunes, 22 de octubre de 2012

Quisiera hacerle una pregunta, profesor Maturana

Humberto Maturana es un reconocido biólogo chileno, cuyos trabajos en cibernética, junto a Francisco Varela, dieron origen a lo que se conoce como la "Teoría de Santiago" de la cual uno de sus conceptos, la Autopoiesis, es materia obligada en cursos de comunicación y materias afines.

El pasado 21 de octubre, Humberto Maturana asistió al programa de conversación Tolerancia Cero de Chilevisión. La presencia del Doctor Maturana en ese espacio generó una gran expectativa en las redes sociales; sin embargo, muchos advertimos acerca de la falta de idoneidad de los panelistas para sostener con él una conversación seria en torno a los tópicos que el biólogo chileno suele exponer. La emisión lamentablemente confirmó nuestras aprensiones, por cuanto en apenas 21 minutos, se intentó que Maturana ofreciera su visión, a propósito de un tema tan vasto y complejo como es la violencia en Chile y las formas de convivencia que hemos desarrollado en el último tiempo.

Aun reconociendo lo inapropiado del espacio para exponer en él un pensamiento de suyo complejo, me llamó la atención que el Doctor Maturana insistiese en una argumentación harto cuestionable para el tema in comento. Para él, los grupos de personas que levantan su voz contra el sistema social y político vigente lo hacen motivados por una frustración, acumulada por años, de "no ser escuchados" por el Otro. En su concepto, la conversación y el respeto son claves para establecer un diálogo racional que permita el entendimiento. En este escenario, el respeto -no la tolerancia- es el elemento estructurante de una relación que permita una validación del sujeto como interactor en un diálogo social y que legitime su hacer en la construcción de la sociedad.

Estos conceptos, largamente expuestos en sus trabajos y, sobre todo, en las publicaciones que ha realizado a través de Matríztica, la fundación que creara en 2000 para canalizar socialmente su pensamiento, merecían ciertamente mucho más tiempo para ser desarrollados en televisón; sin embargo, estimo también que el pensamiento del profesor Maturana debiera tener la oportunidad para nutrirse de una retroalimentación, por parte de quienes disentimos de la forma en la que proyecta su discurso hacia el terreno de lo social. Es por eso que aprovecho este espacio virtual para exponer acá mis observaciones, a modo de preguntas, como las que un alumno debiese hacer en clases, antes que acatar a sesos cerrados la exposición de su profesor:

1. Usted, profesor Maturana, ha señalado que la clave de la comunicación es la Coordinación de coordinaciones de actos consensuales a partir de un acoplamiento estructural mutuo. Si entiendo bien, esto significa que los participantes de la interacción comunicativa deben compartir una modalidad perceptiva similar y recursos apropiados para la interacción. En otras palabras, un individuo humano podría interactuar comunicativamente con otro individuo humano y no con una almeja, por ejemplo, porque humano y almeja percibirían la realidad de modos diversos y, sobre todo, porque carecen de dispositivos anatómicos y cognitivos comunes para referir y referirse sus particulares experiencias de realidad.

Dentro de esos recursos, desde mi punto de vista, el dispositivo cognitivo -y agregaría lingüístico-cognitivo- es clave para que la coordinación de actos consensuales se produzca exitosamente. Esto significa que necesitamos contar con un mecanismo común o modalidad consensuada que nos permita construir la representación mental de lo que percibimos y, a la vez, transferirla de tal manera que el otro -que la mente del otro- pueda reconstruir esa representación de manera adecuada para la interacción.

Sin embargo ¿qué sucede cuando los individuos no comparten ese dispositivo lingüístico-cognitivo? Sabrá usted que un número no menor de compatriotas opera con un número reducidísimo de términos lingüísticos y, consecuentemente, posee una capacidad muy disminuida para procesar los datos que recibe a través del lenguaje. De acuerdo a algunos estudios, citados por Mario Waissbluth en "Se acabó el recreo", el 80% de los chilenos entre 16 y 80 años no comprenden lo que leen. La lecto-escritura es sólo una de las dos modalidades en las que opera la transferencia de experiencias de realidad a través del lenguaje; la otra es la conversación. Y aquí viene mi segunda pregunta:

2. Si la conversación es el espacio en donde respetuosamente debiésemos proponer nuestras experiencias de realidad para escucharnos y, consecuentemente, comprendernos ¿cómo es posible que se logre ese encuentro entre individuos que no tienen similares proficiencias en el uso del instrumento que les permitiría inter-relacionarse e inter-actuar?

Como usted ha explicado, la comunicación es mucho más que el intercambio de información. Es más, podemos postular con Sperber y Wilson que la comunicación empieza precisamente cuando dejamos de intercambiar información y, mediante un complejo sistema de referencias cognitivas expresadas en la Enciclopedia Cultural y en lo que se ha llamado el "Trasfondo de Obviedad", intentamos representar consensuada y creativamente una visión común de lo que es la experiencia humana, del hacer y del reflexionar en lo que somos y en lo que nos permite ser. Sin embargo, me permito proponerle, que son esa Enciclopedia y ese Trasfondo los elementos que, por no ser compartidos por los distintos actores sociales, se transforman en los factores que explican la violencia y el irrespeto -por no decir intolerancia- que caracteriza a las interacciones de quienes debiésemos encontrarnos en la comunicación.

Un grupo social representado en un sector de los jóvenes chilenos ha sido precariamente ideologizado. Su lectura de la historia, de la sociedad, de la política y de la cultura ha sido modelado desde una imperfecta cosmovisión afectada, en gran parte, por una serie de transformaciones que han sido consideradas como una verdadera Mutación Antropológica. Si hasta el Papa Benedicto XVI se ha referido a ella señalando que los jóvenes experimentarían una transformación cognitiva y cultural originada, en su lectura del fenómeno, por la exposición a una mentalidad "que no es cristiana y que tampoco es humana, porque está dominada por intereses económicos, preocupada únicamente por las cosas terrenas y privada de una dimensión espiritual”.

Dejando de lado el imperativo cristiano, creo que el Papa acierta dramáticamente en el calificativo de mentalidad "no humana". Para las numerosas generaciones educadas en la cultura massmediática, cuyo elemento unificador es el pensamiento concreto, educado a través de las imágenes, lo Humano representa una abstracción que no alcanza a entenderse y, por ende, no puede vivirse, porque no tienen los recursos cognitivos para pensar de manera abstracta y comprender esa abstracción que es "lo Humano". En ese sentido, la emoción reemplaza a la idea y si ya es difícil encontrarse en la razón, cuánto más difícil es hacerlo en la emoción, como lo prueba la ausencia en las interacciones cotidianas de la emoción más humana de todas, cual es la del amor. Vivimos en una sociedad emocionalmente enferma, incapaz de objetivar su experiencia de ser en el mundo a través del lenguaje y, consecuentemente, que experimenta la emoción como un tumulto de sensaciones irreductibles a palabras que permitan poner la experiencia en un lenguaje común.

El sentido que somos capaces de darle a lo Humano es parte de ese discurso que constituye el conjunto de referencias culturales, cognitivas y emocionales que no compartimos y que nos impide convivir como individuos de la misma especie. La biología nos acerca, nos hace creer que porque poseemos similares características anatómicas y fisiológicas somos miembros de la misma especie; pero lo Humano extiende su dominio mucho más allá de la biología, como usted mismo lo señala en El Sentido de lo Humano. Es, por una parte, la cognición, expresada a través del lenguaje, la dimensión que nos aparta radicalmente y que nos impide compartir un territorio en el cual encontrarnos y en el que lo esencialmente Humano tenga su expresión. Ya no hay consenso en la coordinación de coordinaciones de actos y, por otra parte, entregar a la pura Emoción la tarea de recuperar el sentido de lo Humano es desconocer que junto al Amor existe el Odio, como una emoción activa y autónoma que guía a vastos sectores sociales, que es irreductible a la razón y que, a no mediar una acción decidida de la sociedad y de sus instituciones, terminará implantando una nueva forma de convivencia, basada en la fuerza del eslogan, como en las terroríficas visiones del futuro propuestas por Orwell y Huxley, en el lejano siglo XX y que pueden apreciarse en el discurso de los líderes de esos movimientos sociales que hoy nos conmueven.

Quisiera tanto poder intercambiar con usted estos puntos de vista personalmente, quiera el azaroso comercio de los hipervínculos que así suceda.-




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Celebro q se sometan a cuestionamiento las ideas de Maturana, x lo poco q eso se hace y x lo mucho q tales ideas lo piden. Las veces q me he topado con ellas me han parecido superficial% enrevesadas y enrevesada% superficiales. Este artículo en mi opinión lo demuestra, en especial poniendo a prueba la presunta conciencia de lo humano demandada x la "coordinación de coordinaciones". El trasfondo de la obviedad es lo q mejor percibo de Maturana, no obstante el respetuoso acercamiento de Araya, cuyo pensamiento crítico, a su vez, me resulta completa% persuasivo.
Carlos Iturra.-

chungunga dijo...

Discrepo de anónimo, en el sentido que no se le formulen críticas a los plateamientos de Maturana: Se les formulan, y generalmente van más allá de referirse a lo enrevesado o superficial. El problema es que el espacio de planteamientos de Humberto Maturana y el de sus críticos, es dificultosamente compartido, y por ende, tansformado en un espacio de parcialización, de absolutos, en donde la cultura de la formación concreta y massmediática descrita por Mandaliex no nos permite acceder al espacio, precisamente porque el concreto no reconoce al abstracto y su contexto (disculpen la simplificación, es un tema de tiempo y espacio); y el abstracto le otorga un valor de relevancia cognitiva (o no) a ciertas características que se asemejan más a su propio estado mental que al producto de estas interacciones. Ahora bien, a mi en lo particular, estas críticas y los planteamientos hechos en el programa sólo aumentan (opero en la emoción) las ganas de seguir leyendo a Maturana. Y a Mandaliex.

Anónimo dijo...

Las objeciones de Mandaliex se erigen desde la altiva postura menospreciadora hacia sus compatriotas (incluso hacia sus propios alumnos), a quienes considera desinformados y malformados, y por lo tanto, inhábiles para comunicarse. Lo curioso es que Mandaliex, siendo profesor, esta vez y ninguna vez haga una autocrítica. Su blog está lleno de custionamientos sobreintelectualizados con un exceso de amor propio y una falta de cariño a sus semejantes. No me extraña, entonces, la apología de Ratzinger, defensor de purezas doctrinarias desde el dorado ultraconservantismo disfrazado de filantropía institucional.

La obra de Maturana se basa precisamente en lo contrario: una biología del emocionar basada en la capacidad de autopoiesis, e incluso, en palabras del maestro, en el amor. Tan simple como eso.

Las objeciones de Mandaliex surgen desde el lado opuesto: el orgullo del semiólogo onanista, la pedantería y el desamor por la humanidad.

Si la masa mal educada pide que la educación pública mejore, ¿por qué debe ser denegada su petición? Ello es caer en la falacia ad hominem elevada a la categoría de prejuicio social maniqueísta.

CaerSinAlas dijo...
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