La estimulación temprana en el niño es clave para desarrollar sus futuras habilidades cognitivas. Entre la etapa fetal y los 6 primeros años, el establecimiento de los circuitos neurológicos es fundamental para desarrollar a la persona en ámbitos tan importantes como la percepción del mundo exterior e interior, el desarrollo de la(s) inteligencia(s), el desarrollo senso-motor, la emocionalidad, la memoria, el dominio lingüístico, la capacidad para establecer abstracciones, inferencias, deducciones, la habilidad para generar representaciones visuales y lingüísticas y la capacidad para razonar adecuadamente.
Si bien es cierto, la base genética es un input relevante para el establecimiento de las redes de neuronas, lo es más la estimulación de esas neuronas durante el proceso de maduración del niño. Si la base genética no es estimulada a través de experiencias, esos genes no actualizan su potencialidad y, en el caso de las neuronas, éstas no establecen las redes sinápticas que permitirán el desarrollo adecuado de las habilidades descritas en el párrafo anterior.
La estimulación neurológica es un proceso integral, constante y urgente. No puede esperarse a que el niño ingrese en un sistema educativo formal (play group, jardín, kinder, enseñanza básica) para apoyar el desarrollo cognitivo. Es más, aún contando con esas instancias institucionalizadas de formación, el rol modelador de adultos que estén acompañando y estimulando al niño mientras esté fuera del aula es imprescindible para que el desarrollo neurológico se produzca de manera integral. Nuestras experiencias se producen en una secuencia 24 hrs x 365 días y, en este sentido, la relación cantidad v/s calidad se decanta a favor de la primera variable.
No basta con brindarle al niño atención paternal de calidad un número de horas determinado al día. En su existir, el niño enfrenta experiencias que deben ser guiadas de manera inmediata y recurrente. El niño no puede condicionar su estimulación -y por ende, su desarrollo- al tiempo acotado que sus padres puedan brindarle en un momento particular del día. El aprendizaje está ligando a la reiteración y esta no puede sino darse en un período de tiempo prolongado. El tiempo es el espacio de trabajo y, en el escenario de nuestro frenético siglo XXI, el cambio en la modalidad familiar que la modernidad ha traído aparejado, esto es, padres ausentes o parcialmente presentes en la vida del niño, no satisface los requerimientos emergentes de la cotidianeidad infantil y de su formación cognitiva.
Las nuevas tecnologías ofrecen, sin embargo, un tipo particular de estimulación que se ha convertido en el pilar del desarrollo cognitivo de las nuevas generaciones. La teleestimulación audiovisual a través de la televisión y de sistemas multimediales por vía del computador, ha favorecido una modalidad específica de desarrollo cognitivo: el pensamiento visual. El poder de la imagen en movimiento es consistente con un tipo específico de procesamiento cognitivo como es el de las formas, los espacios, el desplazamiento y los colores. Los niños establecen así una conexión visual tecnologizada con la realidad y esta vinculación, en la que la palabra oral o escrita tiene menos importancia que la imagen, tiene consecuencias cognitivas de alto impacto, tanto en el ser humano como en la sociedad que ese ser construye.
Digamos una obviedad: las imágenes no pueden ser sino lo que son; esto significa que las imágenes son siempre realidades concretas. Un dibujo, una pintura, una foto no pueden sino mostrar lo que en esas declaraciones visuales aparece; cualquier vinculación de la imagen con aspectos abstractos debe realizarse a través de la palabra. Y en nuestra sociedad, la palabra y el pensamiento abstracto se encuentran en retirada. El pensamiento concreto es la modalidad cognitiva que impera en las nuevas generaciones que, a duras penas pueden desarrollar procesos de inferencia, deducción, abstracción, generalización, particularización ligados a la palabra. Una de las manifestaciones más patentes de esta incapacidad la constituyen los problemas que los chilenos presentan en el ámbito de la lecto-escritura.
Leer es más que imponerse de hechos y conocimientos por vía escrita. La decodificación de mensajes verbales, tanto en modalidad oral como escrita, está íntimamente ligada al desarrollo de las habilidades cognitivas superiores. Al escuchar textos verbales (cuentos, chistes, conversaciones, noticias, anécdotas, etc.) el cerebro debe desarrollar procesos que son esenciales para el desarrollo de habilidades cognitivas vinculadas a la abstracción. A través de la exposición a los textos verbales, se desarrolla la memoria y la imaginación, se estimulan habilidades léxicas, morfosintácticas y semánticas; se desarrollan competencias comunicativas en planos tanto socio como psicolingüísticos y pragmáticos: a través de la palabra, el cerebro activa su capacidad a plenitud. Sin embargo, cada vez hablamos y leemos menos. Y esta merma tiene consecuencias muy graves que pueden cambiar, de manera muy profunda, los rasgos que caracterizan al homo sapiens.
En una reciente investigación, realizada por el Centro Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile se nos entregan resultados alarmantes respecto de la realidad cognitiva de los chilenos. De acuerdo al Segundo Estudio de Competencias Básicas de la Población Adulta:
Existe un 44% de analfabetismo funcional en la comprensión de textos.
Entre un 80 y un 84 % de los chilenos no comprende bien lo que lee.
Un 65 % de los profesionales chilenos sólo entiende textos simples.
Un 27 % de ellos no llega a un nivel básico de comprensión lectora y son, en la práctica, analfabetos funcionales.
Existe la tendencia, en mi concepto equivocada, de asociar estos resultados a la falta de lectura del chileno promedio. El error, desde mi punto de vista, es considerar que sólo de la lectura depende el desarrollo de las habilidades cognitivas ligadas a la palabra. En rigor, la lectura es un elemento importante para el desarrollo cognitivo, pero sólo en una cultura en la cual la palabra impresa tenga relevancia como elemento modelador de la cultura. Existen comunidades ágrafas en las cuales por cierto no hay textos impresos y, sin embargo, sus integrantes son capaces de alcanzar adecuados estándares de desarrollo cognitivo, coherentes por supuesto, con los requerimientos particulares de esas comunidades en lo referido a representación de realidad. Agreguémos el hecho de que para leer no basta con saber juntar las letras: es imprescindible contar con una base léxica previa que se adquiere a través de la interacción lingüística básica: la conversación. Y en Chile, mucho me temo, que de un tiempo a esta parte cada vez hablamos y conversamos menos y peor.
Un segundo error es vincular los problemas cognitivos asociados a la palabra a una sola clase social: la de menores recursos. Y el error está en no advertir que el problema es transversal porque depende de un cambio cultural que no reconoce estratos. El reemplazo de una cultura levantada sobre la palabra por otra erguida sobre la imagen es un fenómeno global y ha sido interpretado como signo de una verdadera "mutación antropológica" de la que tanto los profesionales como el llano pueblo son testimonio y expresión.
De los alcances de este fenómeno, de sus manifestaciones y del impacto en nuestra cultura y sociedad seguiremos hablando en una próxima entrada de este Blog. Si es que usted quiere -y puede- seguir leyéndolo.-
miércoles, 30 de octubre de 2013
La Brecha Cognitiva 1
Etiquetas:
Chile,
chilenos,
cognición,
competencias,
iletrados funcionales,
lenguaje,
sociedad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola Mandaliex, he leido mucho tiempo esto de la importancia de la llamada "estimulación temprana" pero francamente no veo mayores diferencias intelectuales entre las generaciones que no tuvieron esa estimulación y entre las que si la han tenido.
De ser correcta esa idea la gente estaría siendo cada vez más inteligente o al menos sus habilidades cognitivas serían cada vez superiores ¿hay alguna evidencia de eso? yo no la veo en ninguna parte, más bien al contrario.
Creo que se sobreestima mucho el poder de la educación. Veamos por ejemplo la ingeniería, donde las capacidades cognitivas parecen más visibles: los ingenieros antes de mi generación la tenían mucho más difícil que los de mi generación y los actuales la tienen incomparablemente más fácil, además que la exigencia académica ha bajado enormemente ¿tienen mayor capacidad cognitiva los actuales ingenieros? lo dudo muchísimo pese a que fueron a pre-kinder y todo eso.
Yo entré directo a 1º preparatoria a los 6 años y no tuve ninguna clase de estimulación porque pasé prácticamente toda mi niñez solo (mi mamá trabajaba todo el día), sin embargo me creo un poco menos bruto que muchos colegas más jóvenes.
En fin, es un campo muy difícil de evaluar y creo que se malgastan muchos billones en supuestos beneficios que tal vez no son nada fáciles de medir
Publicar un comentario